Maldita heladera.
“¡Maldita heladera!”
[Las heladeras nunca podrían ser castigadas por la justicia divina. Las divinidades son meros supositorios terrenales incapaces de hacer justicia u obrar a partir de cualquier principio moral o estético]
“¡HELADERA DE MIERDA!”
[Metafóricamente hablando, claro. El uso coloquial del excremento no es valido siquiera para un ser tan pusilánime e inaudito como Ronnie]
Luego de luchar y hasta fornicar con el aparato de helamiento eléctrico se pega una ducha al hombro y se dirige rumbo a su analista.
Una vez en el consultorio del analista, éste observa su ano detenidamente por unos tres minutos. Ronnie despega la ducha de su hombro y comienza a relatarle sus inconvenientes con el aparato electrodoméstico para conservar alimentos.
El analista continua pellizcando y husmeando su ano.
“Son sesenta pesos.”
“P-pero no empecé siquiera a mencionar la complicación obsenica, señor.”
“Sesenta, Ronnie. Es todo por hoy.”
Ronnie permanece en silencio, esperando a que el analista se digne a terminar con su ano, pero éste continua inmerso dentro de sus profundidades excretoras.
Una vez fuera del consultorio, Ronnie saca un pequeño juego de ajedrez plástico y se pone a jugar. La historia es siempre la misma: que el rey se le tira a la reina mientras los peones vouyeristas contemplan silenciosos el crimen. Luego la torre se acerca lentamente y derriba al rey y se coge a la reina.
La gente pasa de largo observándolo con expresiones irritantes en sus caras. Pero, ¿qué mas se puede esperar? Son gentes, piensa Ronnie.
Continua su juego sin darle mayor importancia a la pluralidad de personas fastidiosas danzando bajo sus axilas.
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