martes, octubre 31, 2006

Buenos compañeros.

Le dije
"No cruces más la calle, ché.
Te van a pisar"
Siquiera me miró
y se sentó a ver el trafico pasar,
mientas yo masco
chicle de menta
sin gusto a menta.

A los perros vagabundos
no
les
interesa
la vida.
Y a mí tampoco.

Cruzó
a toda marcha
y se fue.

Podríamos haber sido
buenos compañeros.

miércoles, octubre 25, 2006

Circular- en círculos.

Por momentos tengo la sensación de estar atrapado. Encerrado en una jaula, sin poder moverme. Sintiendo una bola interior que me paraliza. Y quizás, después de todo, no sea una mera sensación alucinógena. Quizás, sí este encerrado. Probablemente sea producto de una incapacidad de relacionarme socialmente. Quizás forme parte de aquel rincón de los asociados sociales. Me enorgullece. Me introduce una licuadora en los sesos de papel que poseo. Me estira cual chicle y una vez estirado y desplegado me comienza a pisar. Comienzo a formar parte del piso a la fuerza. Una vez concluido el acto de formarparteporquenoquedaotra, comienzo a despegarme. Levemente me siento menos atrapado. Pienso con algo de esperanza (aquello bien característico de los débiles y triunfadores) que puedo aplastar la jaula. Que con una mezcla de tristeza fortificante puedo hacerla mierda. Hasta que me vuelve a estirar y aplastar. Comienzo a acostumbrarme. De esto se trata el circulo vicioso de salir afuera, comprar aguas saborizadas, mearlas, para luego volver a comprar otra- y mearla también.

sábado, octubre 21, 2006

Un buen tipo.

Marty se asoma a la ventana ubicada frente a su cama. Mira el techo de tejas de su vecino. La calle. Los postes de luz y mas techos vecinos. Un perro vagabundo y el cielo. Todos ordenados de manera tal para formar una masa uniforme y tétrica. Amenazante, por momentos. Cada objeto unido a otro por la misma pincelada. Sin diferenciarse- delibera. Piensa que se esta volviendo loco.
Quizás sea un mero indicio del mal de la mosca loca. Producto de un mal de estomago. Lía un cigarrillo tras otro y se acuesta a dormir. Espera al momento en que los pensamientos se entrelacen para así generar un nuevo incoherente. Comienza a relajarse y se duerme.

“MARTY, DESPERTATE. ALGUIEN VINO A VERTE”

Era la encargada del hotel CUNTIE SPLEEN. La noche anterior había estado en aquel lugar mugriento con una ramera de autostop. Nada interesante. Un par de culo y senos corrientes.
La encargada estaba furiosa. Pudo olerlo en su saludo. Al menos tenia unas lindas piernas que se contorneaban en la luz artificial de tubo fosforescente.
Aquella mujer lo acuso de haber destruido la habitación numero siete del hotel. Las cortinas, las sabanas, vasos y sillas.
Luego de un monologo severo, salió de allí meneando el culo furiosa. Sin olvidarse de pedirle una suma de dinero a pagar, por supuesto.
Un problema relevante. Merecedor de atención- pensó Marty. Lo resolvió apagando la luz y echándose a dormir.

A la mañana siguiente se levantó casi por inercia de la cama y hechó una visita al cagadero. Intercambió algunas palabras con la pared y salió. Reinterpretaría aquellas sabias palabras con la mujer acusadora en unas horas.
Puso dos huevos a hervir y se los comió con algunas fetas de tocino. Estaban bien. Pero aun tenia que sacarse a aquella mujer de las narices. Si es que queria estar dispuesto a continuar durmiendo en aquel lugar, sin tener que buscar otro alquiler.
Cogió las llaves y treinta centavos caídos sobre el felpudo de entrada. Cerró y bajó hacia el sur. Unas cinco cuadras y ya estaba frente al CUNTIE SPLEEN.

Cuntie Spleen a su servicio” -contestó una voz ronca de mujer gorda y vieja.
“Sí, em, quería hablar con la encargada por favor”
“Un momento”

Aquel momento duró una media hora. Comenzó a atarse y desatarse los cordones de los zapatos para matar el tiempo. Hacia buen sol aquella mañana.

“Usted es el Sr. Marty Lechtard, verdad?”
“Ese mismo”
“Adelante, Marty”

Las puertas del hotel se abrieron. De esas automáticas en las que uno se siente un imbécil por seguir utilizando las manos y las llaves. Todo era tan tecnológico y perezoso. Marty podría acostumbrarse fácilmente.
La mujer acusadora estaba detrás del mostrador. Tenía unos bucles recogidos en forma de araña pollito. Era excitante.

“¿Así que se digno a pagarme Sr Lechtard? Pensé que tendría que recurrir a la justicia”
“Soy un buen tipo”
“Mejor que así sea”

Marty no sabía que decir o inventar. Tenía tan solo treinta y cinco centavos en el bolsillo derecho. En el otro estaban las llaves. Quizás sea una coleccionista de llaves, especuló.

“Por favor, lléveme a la habitación. Necesito verla antes, si no le importa”
“¿No se acuerda de su conducta destructora eh, Sr. Lechtard?”
“Honestamente, no. Ya le dije que soy un buen tipo”
“De acuerdo. Espéreme un momento”

La mujer de pelo-araña-pollito hurgó entre las llaves y finalmente cogió la de la habitación siete.

“Disculpe, esa no era mi habitación”
“¿Cómo que no?
“No, era una de las principales”
“No se haga el gracioso”
“No me hago el gracioso. Si mal no recuerdo era la habitación numero dos”
“¿Que tiene en mente, Lechtard?
“Desearía tener algo, a decir verdad. Prometo pagarle lo agraviado”
“¿Agraviado? ¿Es usted un tipo culto?
“No”
“No es una palabra de tipo corriente”
“Soy un buen tipo”

Usurpó las llaves de ambas habitaciones y juntos tomaron el pasillo. Era un gran pasillo. Estrecho. Parecían haberse olvidado de su anchura en el plano de construcción.

“Por favor, veamos primero la habitación numero dos”- musitó Marty.
“Como quiera, tendrá que pagarme de todas formas”

Entraron. Todo estaba en su sitio. Había una cama con techo junto a un sillón y una pequeña heladera. A Marty le gustaba la cama con techo. Nunca se había recostado en una. Estaba sostenida por cuatro barrotes de madera que le daban un aspecto costoso.
Marty tomó a la encargada por las caderas y forzándola a la fuerza a echarse en la cama con él, posó su mano sobre su pijo. La mujer algo impresionada hundió la lengua en su boca. Era carnosa y de saliva espesa. Parecía derrochar litros y litros de saliva. Marty pensó en las olas del mar. Pensó que terminaría ahogado en aquella bocaza.
Asombrado ante la reacción de la mujer, comenzó a bajarle las bragas. Eran azules y suaves al tacto. Y ahí estaba. Aquel pequeño coño peludo. Investigó con su miembro la zona y notó que terminaría raspado por su estrechez. Comenzó a bombear. Planeaba otorgarle el mejor polvo de su vida. Quizás así podrían olvidar los financiamientos y desastres de aquella noche junto a la ramera.
Marty se echó a un lado. La encargada roció sus testículos con la pierna y éste se vió forzado a continuar. Tan estrecho. No podía pensarlo sin correrse. Era como una planta carnívora devorándoselo por completo.
El techo comenzaba a bambolearse de un lado a otro. Sentían el chasquido de las maderas en las alturas. Pero no era importante. Marty estaba lo suficientemente empalmado como para preocuparse por un techo movedizo y la encargada no paraba de soltar pequeños grititos de avestruz.
Las columnas de madera no eran tan firmes después de todo.
Callo el techo sobre la cabeza de Marty. No tuvo que pagarle a la encargada. Quizás ésta como única allegada recibiría algún cheque por difusión. Quizás no.
En fin, Marty era un buen tipo.

miércoles, octubre 18, 2006

Vaya vida placentera la de los felinos.

Éste tipo Marty, se sentó sobre el césped y comenzó a volverse loco. Hace mucho que no lo hacía, así que tomó su tiempo y esperó a que la locura lo embargue.
Empezó quemando una hormiga con la punta del cigarrillo encendido. Ésta giraba y parecía perder la cordura también. Marty se emocionó y comenzó a darle con la llama directa a las demás hormigas sobre sus cuerpos crujientes e insignificantes.

“MARTY, VEN A AYUDARME CON LA ROPA”
“En un minuto, nena”
“TUS MINUTOS PUEDEN DURAR VIRTUALMENTE TREINTA Y CUATRO HORAS. POR FAVOR NECESITO QUE ME AYUDES CON ESTE CUBO DE ROPA”

La próxima hormiga no irradiaba el mas mínimo gesto de preocupación. Pensó que quizás fuese una hormiga suicida. La dejo ir. Simplemente para no contentarla.

“¡MARTYY!”
“Dame un segundo, querida”

Quemó unas tres hormigas más. Apreció el olor ácido emanante de sus estructuras tóxicas y cogió un ladrillo que estaba al lado del cantero. Esperó unos segundos a la siguiente avecilla que bajase a consumir alguna delicia de su parque.
Llegó un ave de un marrón claro desteñido que no encajaba con su barriga negra. Marty esperó un instante, inmóvil, para brindarle confianza. Ésta estaba inmersa en la búsqueda de algun gusano apetecible.
Marty tomo el ladrillo. Le dio de lleno en la cabeza. El ave pareció perder la conciencia. Hecho que facilitó el secuestro aéreo.
Fue a la cocina. Buscó la lata de picadillo que habían comido con tostadas en el desayuno. Pensó en cortarle una de sus patitas con el filo de la lata, pero tuvo piedad y tomo una migaja de pan. Se la introdujo en el pico.
El ave no parecía demasiado alarmada. Por lo que decidió someterla a una nueva artimaña.
Roció sus alas con un insecticida barato para cucarachas y la encerró en el freezer.

“MISH MISHH” -cuchicheo. "CONDENADO GATO, ¿DÓNDE ESTAS?”
“Tienes que llamarlo por su nombre y vendrá” le informó su esposa en un tono poco cortes.

“¡CONAN DOYLE!”

El gato apareció. Tenía un aspecto soñoliento que a Marty le agradaba. En el fondo lo envidiaba más que a cualquier criatura. Conan Doyle pasaba sus días tirado, durmiendo y saliendo a la noche para fornicar con las demás gatas - o gatos- de la cuadra. Vaya vida placentera la de los felinos- pensaba.
Sacó al ave moribunda del refrigerador y se la entregó a Conan Doyle. Éste separó el cuello de su cuerpo con una sola pata. El ave estaba muerta y Conan Doyle pareció abrumado o simplemente aburrido de verla reposar difunta sobre el piso de la cocina. Sin embargo, se tiró a su lado y comenzó a lamerse el pelaje.

Marty fue hasta el lavadero y tomó a su esposa por detrás. Le dio un largo beso con mucha lengua y le ordenó que vaya a comprar un paquete de cigarrillos y algunas botellas de agua tónica.

viernes, octubre 13, 2006

Dos entradas al cielo, por favor.


1

¡Pedazo de excremento!
El que hizo arder a Juana, él que metió los clavos en el cuerpo de Cristo, él que voto por la Guerra, él rasura-pelos de los granos del Fürer.
El único que merece no escuchar las olas y los gatos fornicar, maldito sordomudo.
Batracio... Batracio. Te odio tanto.
Y es siempre igual con vos. Te quedas ahí, sentado, mirando la nada y tu triste vida pasar. Te quedas por horas, mirando el techo, quizás esperando recibir alguna señal, pero, Batt, no va a pasar nada. Deberías saberlo ya. Esto es así, mira, la vida está en la palma de tu mano. Solo hace falta saber meneársela. Si sabes cómo, entonces, no necesitas de nada ni nadie. De ninguna señal extrasensorial.
Ahora Batt, te tengo que pedir algo. No es gran cosa. Pero, por favor, te pido NO VUELVAS a leer mis escritos sin mi consentimiento. Y sí, sé que no le vas a contar nada a nadie. Si no podes hablar. Pero, te digo, que no puedas hablar ni escuchar no significa que tengas que leer todo lo que esta a tu alcance. Ni mucho menos mis cosas.
Solo espero que no me cagues el negocio. Que no empiezas a husmear y llenarte el culo de la blanca. Estoy dispuesto a darte una pequeña pizca si no volves a pasarte por mi dulce morada.
Atte,

M. Spleen

PD: gracias por entender.




El Batracio y yo fuimos amigos por años, hasta que leyó mi carta de adiós. Pasaron varios días, y aun no escuche noticia alguna del Batt.
Es así como lo quería. No me arrepiento. Tan solo, tan solo extraño las discusiones con él entre señas y golpes.
El Batracio era un buen tipo, después de todo, pero no puedo perdonarle que introduzca sus narices entre mis papeleríos y poemas.
Le puede pasar a cualquiera. Después de todo no es un crimen. Lo cual no justifica nada. Sin embargo, un hombre debe sacrificar lo que debe sacrificar. Sin sentimentalismo ni lagrimas de entre medio.

2

El viento y la lluvia se entremezclaban casi por inercia, mojándole la falda y con suerte, alguna pizca de sus bragas. Ella no parecía notarlo y seguía su curso, cual salmón cleptómano.
Decidí, entonces, apurar el paso y quizás con suerte poder tocar aquel pelo pajoso y roído por la tintura pelirroja. Ella seguía. Continuaba con su cartera mojada y sus tacos ruidosos. Pensé en regalarle mi paraguas. Un caballero no necesita de resguardo contra el chaparrón y además era un verdadero gesto caballeresco para articular. Y no sólo eso. Tendría, también, la oportunidad de hablarle. ¿Poseería una voz femenina y provocativa o seria mas bien grave y poderosa?
Esperaría. Esperaría a que algún semáforo la obligue a parar y entonces, ahí tendría la oportunidad de hablarle y verla un poco mas de cerca.
La lluvia no me asentaba bien. Miraba de reojo a las vidrieras y mi pelo lucía mas grasiento que lo habitual. Mis anteojos llenos de gotas me daban un aspecto bastante estúpido, pero no valía sacármelos. Tenia que ver aquellas piernas contornarse entre pequeños bailoteos y pasos. Tocar aquellas piernas seria como tocar un jazmín o un pimpollo aterciopelado. Que hija de puta. Tenía que encontrar la forma de acercarme y no sabía muy bien que es lo que se hace o dice en dichas circunstancias. Soy un ente retraído y poco amable, pero aun así, merezco algo para mí, ¿no?

3

Louie era mesera de un "café de culto" como lo llamó. Creo que cualquiera que acuda a un lugar así, merece ser escupido y etiquetado como "perdedor" por el resto de su vida. Pero Louise intentaba ganarse la vida en el. Y yo la respetaba.
Entendió muy bien que soy un tipo lleno de problemas y traumas y al principio pareció alegrarse, pero una vez entrada la relación empezó a echármelos en cara. Que debía dejar de tirarme en el remolque a fumar y mirar televisión, que debía salir y enfrentar al mundo, que no hacia nada mas que dormir y escribir. Lo cual me pareció bastante razonable de su parte. Pero yo era esto. Sigo siendo así y no voy a cambiarlo por un par de piernas y chocho andante.
Aquella noche surgió el primer problema. Y para ese entonces ya me había olvidado por completo de su hermosura de la noche entre la lluvia, meses atrás.

"NO VAS A METERME ESA CONDENADA COSA ADENTRO HASTA QUE NO TE BUSQUES UN TRABAJO DECENTE".
Comencé a odiarla. Quería estrangularla, pero noté que si lo hacía estaría metido en graves problemas con la ley. Y no estaba dispuesto a inscribir mi culo nuevamente entre los asientos de los Tribunales.
Así que comencé a buscar un trabajo.

4

Me llamaron del Banco Judío Central y comencé a trabajar en el como vigilante. Era un trabajo fácil. Lo único que me correspondía hacer era estar por horas parado en la puerta fingiendo ser un tipo duro disfrazado de policía. Tenía un compañero que me ayudaba a pasar el rato. El problema era que éste era sordomudo y nunca hubo grandes charlas. Justamente por ésta razón, me agradaba tanto su presencia. Me gustaba operar con "El Batracio" como le decían. Y lentamente empezamos a consolidar una amistad desinteresada. El único problema que tenia el Batt era que le daba duro a la bebida. A veces tenía que aconsejarle a que se tome el día y finja algún tipo de enfermedad. Y él me hacia caso. Seguía mis consejos y yo seguía aprendiendo cada vez más de sus silencios. Quizás por él, empecé a tornarme un tanto autista para con las demás personas. Esperaba que el resto fuera como él, pero el Batt era único. Y por eso lo apreciaba tanto.

5

Hoy, día martes 9 de junio, al llegar al banco me informaron que el Batt estaba en terapia intensiva.
La bebida, la bebida, Batt. Debí haberte insistido con que bajes las dosis. Pero claro, como siempre, no me escucharías. Y no te lo reprocho.
Aun lo quería Al Batracio. Hace unos días, mientras estaba en casa y salí al almacén a comprar unas botellas de tinto, al llegar lo sorprendí leyendo mis escritos. Me enojé, por supuesto. Al estar un poco ebrio actué de forma poco amigable. Lo eché de casa, sin escrúpulos, hecho que hizo enojar a Louie.
Sin embargo estaba orgulloso de haber podido- al menos una vez en mi existencia- exteriorizar un enojo.
Se supone que sigo enojado, aun así, el Batt me sigue gustando. Es un buen tipo.
Al llegar a casa, aquella noche, le informe a Louie, acerca de lo sucedido con mi mejor amigo.
Le dije que me acompañará hasta el hospital. Ella sabía mejor que yo como relacionarse con las personas. Sabía como hablarle a una secretaria o a una enfermera. Yo en cambio, sólo procuraba que no intentaran hacerme algún tipo de diagnostico sobre la marcha.

6

Ahí estaba el Batt, hundido en la camilla junto a unos varios pacientes demacrados por el tiempo. Me estremecí al observar a los viejos y sus tubos intravenosos. Ni mencionar aquellos aparatitos extraños que había por doquier, pervirtiendo la sala. Pero quería ver al Batt y estaba dispuesto a entrar en un hospital inmundo y humeante para visitarlo.
El Batracio estaba con los ojos cerrados y parecía no respirar. Intenté hablarle, pero supe que no me escucharía. Largué un sollozo y algunas lagrimas desesperadas saltaron de mis pupilas. ¿CÓMO PODIA HABERME ENOJADO CON MI BATT?. ¿CÓMO?

7

Unas madrugadas mas tarde, al llegar a casa, Louie me dio la noticia.
El Batt había muerto. MI BATT había muerto. Mi gran amigo. Mi único amigo, muerto. Empecé a destrozar la casa en un ataque de pánico severo. Louie trataba de calmarme. Pero no podía dejar de llorar. Estaba furioso. ¿POR QUÉ? CRISTO, ¿POR QUÉ ME HACES ESTO? ¿QUÉ CARAJOS HICE PARA MERECER ESTO?
Cristo no quería escucharme. Ni siquiera existía. No obstante, estaba muy enojado con los dioses aquel día. Sentía como mi pecho estaba por salirse. Estaba desesperado, hecho migajas y sin Batt.

Fui a su casa. Entre por la ventana y vi mi carta de hace unos días atrás sobre la mesada de la cocina. Al dorso, en su puño y letra, decía: "Marty, tengo cáncer de pulmón, nunca te lo dije. Esta por acabarme. Pero lo voy a terminar yo. Esta noche, me dejo de entrometer en tus cosas.
Cuidado con la llave de gas de la estufa, está encendida".

8

Releí la pequeña nota varias veces.
Louie tendría dos funerales en un mismo día.