viernes, octubre 13, 2006

Dos entradas al cielo, por favor.


1

¡Pedazo de excremento!
El que hizo arder a Juana, él que metió los clavos en el cuerpo de Cristo, él que voto por la Guerra, él rasura-pelos de los granos del Fürer.
El único que merece no escuchar las olas y los gatos fornicar, maldito sordomudo.
Batracio... Batracio. Te odio tanto.
Y es siempre igual con vos. Te quedas ahí, sentado, mirando la nada y tu triste vida pasar. Te quedas por horas, mirando el techo, quizás esperando recibir alguna señal, pero, Batt, no va a pasar nada. Deberías saberlo ya. Esto es así, mira, la vida está en la palma de tu mano. Solo hace falta saber meneársela. Si sabes cómo, entonces, no necesitas de nada ni nadie. De ninguna señal extrasensorial.
Ahora Batt, te tengo que pedir algo. No es gran cosa. Pero, por favor, te pido NO VUELVAS a leer mis escritos sin mi consentimiento. Y sí, sé que no le vas a contar nada a nadie. Si no podes hablar. Pero, te digo, que no puedas hablar ni escuchar no significa que tengas que leer todo lo que esta a tu alcance. Ni mucho menos mis cosas.
Solo espero que no me cagues el negocio. Que no empiezas a husmear y llenarte el culo de la blanca. Estoy dispuesto a darte una pequeña pizca si no volves a pasarte por mi dulce morada.
Atte,

M. Spleen

PD: gracias por entender.




El Batracio y yo fuimos amigos por años, hasta que leyó mi carta de adiós. Pasaron varios días, y aun no escuche noticia alguna del Batt.
Es así como lo quería. No me arrepiento. Tan solo, tan solo extraño las discusiones con él entre señas y golpes.
El Batracio era un buen tipo, después de todo, pero no puedo perdonarle que introduzca sus narices entre mis papeleríos y poemas.
Le puede pasar a cualquiera. Después de todo no es un crimen. Lo cual no justifica nada. Sin embargo, un hombre debe sacrificar lo que debe sacrificar. Sin sentimentalismo ni lagrimas de entre medio.

2

El viento y la lluvia se entremezclaban casi por inercia, mojándole la falda y con suerte, alguna pizca de sus bragas. Ella no parecía notarlo y seguía su curso, cual salmón cleptómano.
Decidí, entonces, apurar el paso y quizás con suerte poder tocar aquel pelo pajoso y roído por la tintura pelirroja. Ella seguía. Continuaba con su cartera mojada y sus tacos ruidosos. Pensé en regalarle mi paraguas. Un caballero no necesita de resguardo contra el chaparrón y además era un verdadero gesto caballeresco para articular. Y no sólo eso. Tendría, también, la oportunidad de hablarle. ¿Poseería una voz femenina y provocativa o seria mas bien grave y poderosa?
Esperaría. Esperaría a que algún semáforo la obligue a parar y entonces, ahí tendría la oportunidad de hablarle y verla un poco mas de cerca.
La lluvia no me asentaba bien. Miraba de reojo a las vidrieras y mi pelo lucía mas grasiento que lo habitual. Mis anteojos llenos de gotas me daban un aspecto bastante estúpido, pero no valía sacármelos. Tenia que ver aquellas piernas contornarse entre pequeños bailoteos y pasos. Tocar aquellas piernas seria como tocar un jazmín o un pimpollo aterciopelado. Que hija de puta. Tenía que encontrar la forma de acercarme y no sabía muy bien que es lo que se hace o dice en dichas circunstancias. Soy un ente retraído y poco amable, pero aun así, merezco algo para mí, ¿no?

3

Louie era mesera de un "café de culto" como lo llamó. Creo que cualquiera que acuda a un lugar así, merece ser escupido y etiquetado como "perdedor" por el resto de su vida. Pero Louise intentaba ganarse la vida en el. Y yo la respetaba.
Entendió muy bien que soy un tipo lleno de problemas y traumas y al principio pareció alegrarse, pero una vez entrada la relación empezó a echármelos en cara. Que debía dejar de tirarme en el remolque a fumar y mirar televisión, que debía salir y enfrentar al mundo, que no hacia nada mas que dormir y escribir. Lo cual me pareció bastante razonable de su parte. Pero yo era esto. Sigo siendo así y no voy a cambiarlo por un par de piernas y chocho andante.
Aquella noche surgió el primer problema. Y para ese entonces ya me había olvidado por completo de su hermosura de la noche entre la lluvia, meses atrás.

"NO VAS A METERME ESA CONDENADA COSA ADENTRO HASTA QUE NO TE BUSQUES UN TRABAJO DECENTE".
Comencé a odiarla. Quería estrangularla, pero noté que si lo hacía estaría metido en graves problemas con la ley. Y no estaba dispuesto a inscribir mi culo nuevamente entre los asientos de los Tribunales.
Así que comencé a buscar un trabajo.

4

Me llamaron del Banco Judío Central y comencé a trabajar en el como vigilante. Era un trabajo fácil. Lo único que me correspondía hacer era estar por horas parado en la puerta fingiendo ser un tipo duro disfrazado de policía. Tenía un compañero que me ayudaba a pasar el rato. El problema era que éste era sordomudo y nunca hubo grandes charlas. Justamente por ésta razón, me agradaba tanto su presencia. Me gustaba operar con "El Batracio" como le decían. Y lentamente empezamos a consolidar una amistad desinteresada. El único problema que tenia el Batt era que le daba duro a la bebida. A veces tenía que aconsejarle a que se tome el día y finja algún tipo de enfermedad. Y él me hacia caso. Seguía mis consejos y yo seguía aprendiendo cada vez más de sus silencios. Quizás por él, empecé a tornarme un tanto autista para con las demás personas. Esperaba que el resto fuera como él, pero el Batt era único. Y por eso lo apreciaba tanto.

5

Hoy, día martes 9 de junio, al llegar al banco me informaron que el Batt estaba en terapia intensiva.
La bebida, la bebida, Batt. Debí haberte insistido con que bajes las dosis. Pero claro, como siempre, no me escucharías. Y no te lo reprocho.
Aun lo quería Al Batracio. Hace unos días, mientras estaba en casa y salí al almacén a comprar unas botellas de tinto, al llegar lo sorprendí leyendo mis escritos. Me enojé, por supuesto. Al estar un poco ebrio actué de forma poco amigable. Lo eché de casa, sin escrúpulos, hecho que hizo enojar a Louie.
Sin embargo estaba orgulloso de haber podido- al menos una vez en mi existencia- exteriorizar un enojo.
Se supone que sigo enojado, aun así, el Batt me sigue gustando. Es un buen tipo.
Al llegar a casa, aquella noche, le informe a Louie, acerca de lo sucedido con mi mejor amigo.
Le dije que me acompañará hasta el hospital. Ella sabía mejor que yo como relacionarse con las personas. Sabía como hablarle a una secretaria o a una enfermera. Yo en cambio, sólo procuraba que no intentaran hacerme algún tipo de diagnostico sobre la marcha.

6

Ahí estaba el Batt, hundido en la camilla junto a unos varios pacientes demacrados por el tiempo. Me estremecí al observar a los viejos y sus tubos intravenosos. Ni mencionar aquellos aparatitos extraños que había por doquier, pervirtiendo la sala. Pero quería ver al Batt y estaba dispuesto a entrar en un hospital inmundo y humeante para visitarlo.
El Batracio estaba con los ojos cerrados y parecía no respirar. Intenté hablarle, pero supe que no me escucharía. Largué un sollozo y algunas lagrimas desesperadas saltaron de mis pupilas. ¿CÓMO PODIA HABERME ENOJADO CON MI BATT?. ¿CÓMO?

7

Unas madrugadas mas tarde, al llegar a casa, Louie me dio la noticia.
El Batt había muerto. MI BATT había muerto. Mi gran amigo. Mi único amigo, muerto. Empecé a destrozar la casa en un ataque de pánico severo. Louie trataba de calmarme. Pero no podía dejar de llorar. Estaba furioso. ¿POR QUÉ? CRISTO, ¿POR QUÉ ME HACES ESTO? ¿QUÉ CARAJOS HICE PARA MERECER ESTO?
Cristo no quería escucharme. Ni siquiera existía. No obstante, estaba muy enojado con los dioses aquel día. Sentía como mi pecho estaba por salirse. Estaba desesperado, hecho migajas y sin Batt.

Fui a su casa. Entre por la ventana y vi mi carta de hace unos días atrás sobre la mesada de la cocina. Al dorso, en su puño y letra, decía: "Marty, tengo cáncer de pulmón, nunca te lo dije. Esta por acabarme. Pero lo voy a terminar yo. Esta noche, me dejo de entrometer en tus cosas.
Cuidado con la llave de gas de la estufa, está encendida".

8

Releí la pequeña nota varias veces.
Louie tendría dos funerales en un mismo día.