sábado, octubre 21, 2006

Un buen tipo.

Marty se asoma a la ventana ubicada frente a su cama. Mira el techo de tejas de su vecino. La calle. Los postes de luz y mas techos vecinos. Un perro vagabundo y el cielo. Todos ordenados de manera tal para formar una masa uniforme y tétrica. Amenazante, por momentos. Cada objeto unido a otro por la misma pincelada. Sin diferenciarse- delibera. Piensa que se esta volviendo loco.
Quizás sea un mero indicio del mal de la mosca loca. Producto de un mal de estomago. Lía un cigarrillo tras otro y se acuesta a dormir. Espera al momento en que los pensamientos se entrelacen para así generar un nuevo incoherente. Comienza a relajarse y se duerme.

“MARTY, DESPERTATE. ALGUIEN VINO A VERTE”

Era la encargada del hotel CUNTIE SPLEEN. La noche anterior había estado en aquel lugar mugriento con una ramera de autostop. Nada interesante. Un par de culo y senos corrientes.
La encargada estaba furiosa. Pudo olerlo en su saludo. Al menos tenia unas lindas piernas que se contorneaban en la luz artificial de tubo fosforescente.
Aquella mujer lo acuso de haber destruido la habitación numero siete del hotel. Las cortinas, las sabanas, vasos y sillas.
Luego de un monologo severo, salió de allí meneando el culo furiosa. Sin olvidarse de pedirle una suma de dinero a pagar, por supuesto.
Un problema relevante. Merecedor de atención- pensó Marty. Lo resolvió apagando la luz y echándose a dormir.

A la mañana siguiente se levantó casi por inercia de la cama y hechó una visita al cagadero. Intercambió algunas palabras con la pared y salió. Reinterpretaría aquellas sabias palabras con la mujer acusadora en unas horas.
Puso dos huevos a hervir y se los comió con algunas fetas de tocino. Estaban bien. Pero aun tenia que sacarse a aquella mujer de las narices. Si es que queria estar dispuesto a continuar durmiendo en aquel lugar, sin tener que buscar otro alquiler.
Cogió las llaves y treinta centavos caídos sobre el felpudo de entrada. Cerró y bajó hacia el sur. Unas cinco cuadras y ya estaba frente al CUNTIE SPLEEN.

Cuntie Spleen a su servicio” -contestó una voz ronca de mujer gorda y vieja.
“Sí, em, quería hablar con la encargada por favor”
“Un momento”

Aquel momento duró una media hora. Comenzó a atarse y desatarse los cordones de los zapatos para matar el tiempo. Hacia buen sol aquella mañana.

“Usted es el Sr. Marty Lechtard, verdad?”
“Ese mismo”
“Adelante, Marty”

Las puertas del hotel se abrieron. De esas automáticas en las que uno se siente un imbécil por seguir utilizando las manos y las llaves. Todo era tan tecnológico y perezoso. Marty podría acostumbrarse fácilmente.
La mujer acusadora estaba detrás del mostrador. Tenía unos bucles recogidos en forma de araña pollito. Era excitante.

“¿Así que se digno a pagarme Sr Lechtard? Pensé que tendría que recurrir a la justicia”
“Soy un buen tipo”
“Mejor que así sea”

Marty no sabía que decir o inventar. Tenía tan solo treinta y cinco centavos en el bolsillo derecho. En el otro estaban las llaves. Quizás sea una coleccionista de llaves, especuló.

“Por favor, lléveme a la habitación. Necesito verla antes, si no le importa”
“¿No se acuerda de su conducta destructora eh, Sr. Lechtard?”
“Honestamente, no. Ya le dije que soy un buen tipo”
“De acuerdo. Espéreme un momento”

La mujer de pelo-araña-pollito hurgó entre las llaves y finalmente cogió la de la habitación siete.

“Disculpe, esa no era mi habitación”
“¿Cómo que no?
“No, era una de las principales”
“No se haga el gracioso”
“No me hago el gracioso. Si mal no recuerdo era la habitación numero dos”
“¿Que tiene en mente, Lechtard?
“Desearía tener algo, a decir verdad. Prometo pagarle lo agraviado”
“¿Agraviado? ¿Es usted un tipo culto?
“No”
“No es una palabra de tipo corriente”
“Soy un buen tipo”

Usurpó las llaves de ambas habitaciones y juntos tomaron el pasillo. Era un gran pasillo. Estrecho. Parecían haberse olvidado de su anchura en el plano de construcción.

“Por favor, veamos primero la habitación numero dos”- musitó Marty.
“Como quiera, tendrá que pagarme de todas formas”

Entraron. Todo estaba en su sitio. Había una cama con techo junto a un sillón y una pequeña heladera. A Marty le gustaba la cama con techo. Nunca se había recostado en una. Estaba sostenida por cuatro barrotes de madera que le daban un aspecto costoso.
Marty tomó a la encargada por las caderas y forzándola a la fuerza a echarse en la cama con él, posó su mano sobre su pijo. La mujer algo impresionada hundió la lengua en su boca. Era carnosa y de saliva espesa. Parecía derrochar litros y litros de saliva. Marty pensó en las olas del mar. Pensó que terminaría ahogado en aquella bocaza.
Asombrado ante la reacción de la mujer, comenzó a bajarle las bragas. Eran azules y suaves al tacto. Y ahí estaba. Aquel pequeño coño peludo. Investigó con su miembro la zona y notó que terminaría raspado por su estrechez. Comenzó a bombear. Planeaba otorgarle el mejor polvo de su vida. Quizás así podrían olvidar los financiamientos y desastres de aquella noche junto a la ramera.
Marty se echó a un lado. La encargada roció sus testículos con la pierna y éste se vió forzado a continuar. Tan estrecho. No podía pensarlo sin correrse. Era como una planta carnívora devorándoselo por completo.
El techo comenzaba a bambolearse de un lado a otro. Sentían el chasquido de las maderas en las alturas. Pero no era importante. Marty estaba lo suficientemente empalmado como para preocuparse por un techo movedizo y la encargada no paraba de soltar pequeños grititos de avestruz.
Las columnas de madera no eran tan firmes después de todo.
Callo el techo sobre la cabeza de Marty. No tuvo que pagarle a la encargada. Quizás ésta como única allegada recibiría algún cheque por difusión. Quizás no.
En fin, Marty era un buen tipo.

1 Comments:

Blogger Dr. Buffo Beodo said...

Muy Bukowsky, pero muy bueno, Lamida... Parece que te estas puliendo. Saludos... Dr. Buffo Beodo

5:57 p. m., febrero 26, 2008  

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