viernes, junio 09, 2006

Jeanine.

Sentada sobre la tapa amarillenta del inodoro, delibera. Su ano contrayéndose y eructando maldiciones provocativas de puro ensueño infantil. Un porta ligas deshilachado y su bombacha baja conforman una mujer salvajemente visual. Pensativa, cerrando los ojos y abriéndolos lentamente, lleva a su cara la mano derecha. Sus uñas rojizas pueden ser fácilmente confundidas con el charco de sangre que hay bajo el retrete. El excremento atravesando su recto, sus ojos despreocupados y la sangre menstrual podrían llegar a despertar al hombre tendido sobre la bañera. Plácido, muere. Ella sin advertirlo sigue contemplando algo que parece no tener forma. Ni el pútrido olor menstrual parece interrumpir su línea de pensamientos. Ni el hombre muerto con la palma ensangrentada, ni los gases corporales que se desprenden de sus nalgas. Sigue inmersa en sus fantasías sin siquiera darle importancia a los llamados en la puerta.